La Locura del mundo

La locura no existe… es una metafora.

“LA LOCURA DEL MUNDO”, por Guillermo Valbuena.

“La Locura del Mundo” es una serie de cuentos basados en eventos reales y cotidianos, combinados con otros ficticios, pero hipotéticamente posibles. Sus personajes tienen conductas sociales poco convencionales. No sólo se destaca las actitudes y acciones desconcertantes de aquellos que parecen estar locos, sino también de aquellos que, bajo la apariencia de cuerdos, pueden desquiciar a otros, empeorar la situación compleja de quien parece estar loco o, en ocasiones,  desordenar las ideas de quien simplemente vivía tranquilo. En sus tramas, todo cuerdo podría cometer locuras y todo loco podría tomar decisiones cuerdas. Algunas veces, son acusados de “locos”, debido a sus decisiones, pero en un momento dado, esas locas y criticadas decisiones se convierten en las más inteligentes y acertadas de todas. En ese caso, “el loco tuvo razón”.  Otras veces, los cuerdos toman decisiones aparentemente muy lógicas, pero que desatan un pandemonio. En este caso, “el cuerdo se desquició”.

“La Locura del Mundo” no es una apología de la locura ni de la cordura. Tampoco una negación de la importancia de las ciencias de la conducta. Quiere, al contrario, ser una contribución a la comprensión de nuestra psiquis. Es una visión de la locura como una “salida terapéutica instintiva de la psiquis ahogada en las presiones de la vida considerada socialmente cuerda”. Tal vez observando la locura del mundo, podríamos concluir que no estamos tan locos como parecemos o creemos de nosotros mismos; que después de todo, “estar algo loco” o “volverse loco” en algunos momentos de nuestras vidas no es enfermarse. ¡Muchas ideas descabelladas pueden conducirnos a nuestras más terapéuticas, divertidas, brillantes, lógicas, racionales, productivas o exitosas decisiones!

“La Locura del Mundo” quiere exigir respeto por las conductas catalogadas como patológicas. Al mismo tiempo, es un modo de aprender a responsabilizar moralmente a personas que, usando la investidura de loco, se conducen negligentemente haciendo daño al prójimo, a la comunidad y al mundo. Es, finalmente, una oportunidad para recordar que somos responsables de nosotros mismos y de nuestras locas acciones, pero sin olvidar jamás que, en los turbios mares de la vida emocional y existencial, cuando nuestro nadar se haga inútil, estarán los psicólogos, psiquiatras, consejeros, guías espirituales, familiares y amigos lanzándonos los salvavidas: esperanza, fe, terapia, abrazos, palabras de aliento. ¡En ese duro momento, nunca los desprecies, si quieres sobrevivir a la locura del mundo!

 

Los prejuicios teóricos del autor.

En circunstancias difíciles, las cuales suelen ser muchas en el mundo moderno, terminamos desquiciados, hasta el punto de que sentimos que hemos perdido la razón. Esto afecta nuestra conducta y quienes nos rodean lo notan: “Esa no es su forma de actuar. Algo le pasó. Se desquició. Se volvió loco”. Para enfrentas estos problemas, usamos los mecanismos de defensa que la psicología ha estudiado. Al usarlos, el individuo no los devela claramente en su conducta, pues el aparato psíquico pretende ocultar el problema drenando las disonancias emocionales con pensamientos o acciones alternas, allá donde la razón o la lógica no responden al enfrentar el problema. Estos mecanismos tienen como finalidad conservar la integridad y la autoestima del yo. Sin embargo, en ciertas ocasiones cuando estos mecanismos se desbordan, suelen convertirse en conductas evasivas o defensivas frente a los demás, lo cual, eventualmente, se convertiría en una conducta crónica. En este momento, podrías ganarte una etiqueta psicopatológica. Por ejemplo, podemos ser violentos, física o verbalmente; burlones, cínicos o indiferentes con todos y con todo; o simplemente nos convertimos en seres oscuros o herméticos hasta con nuestros mejores amigos o familiares. Sin embargo, los cambios radicales de la conducta ocurren también en situaciones existenciales de impacto, como un accidente, una enfermedad, la pérdida de un ser querido o la ruina económica, en las cuales los mecanismos de defensa emocionales de la psiquis no están presentes evadiendo las situaciones. La conciencia termina enfrentando emocional y racionalmente dicha experiencia existencial, y se produce este cambio de conducta. Su nueva conducta, que es consecuencia de la necesidad de cambiar de estilo, modo o enfoque existencial, es considerada por los demás como desquiciadas, usando las mismas expresiones: enloqueció; ya nos es el mismo; perdió los estribos. En realidad, todas estas expresiones las utilizamos en cualquier circunstancia del diario vivir. Si el niño dice a su madre que no tomará el baño o que no hará sus deberes escolares, o se lanza de un árbol con una toalla gritando “a luchar por la justicia”, o simplemente pide que le compren un juguete, es común escuchar a la madre decir: “¿Tú estás loco, muchacho?”. Si un joven le roba un beso a una joven, esta podría decir también: “Tu estas loco”, y lo podría decir en forma de rechazo o como expresión de felicidad. Esto indican que tal vez la locura es más cotidiana de lo que creemos. Que es un concepto integrado y congénito omnipresente en nuestro sistema nervioso. Un concepto que nos ayuda a calibrar la conducta propia y la de los otros. Es una alerta ante los terrenos que debemos o no debemos pisar, pero sobre todo es una herramienta de adaptación social con la cual regulamos nuestra conducta para adaptarnos y evitar ser discriminados por los demás.

Para la mayoría de los seres humanos, y esto incluye a los especialistas de la conducta, orientadores, psicólogos o psiquiatras, es contradictorio terminar diciendo que estar loco es normal o que ser normal es estar loco. O quizás es ridículo decir que la locura es distinta a la psicopatología.  Creo que lo más conveniente es utilizar el concepto de “locura” como una zona limítrofe, amplia y flexible entre la cordura y la pérdida de identidad o estado psicopatológico. La historia nos enseña un poco más sobre esta zona limítrofe. En el desarrollo de las civilizaciones, vemos que la locura puede crear un imperio como puede destruirlo, puede crear cultura o aniquilarla. Pero el balance parece indicar que todos aquellos que pasaron por locos, anormales o perniciosos o antisociales en algún momentos de sus vidas, como Jesús de Nazareth, Galileo, Copérnico, Beethoven, Mozart, Dalí, Einstein, Tomas Edison, y millones de religiosos, científicos, filósofos o artistas, transformaron positivamente el mundo, mientras que muchos de los que hicieron el papel de cuerdos en un momento dado de sus vidas, como el Emperador Nerón, los inquisidores de la Iglesia Católica medieval, Stalin, Mussolini o Hitler destruyeron acervos históricos irrecuperables y asesinaron a muchos. El renacimiento fue exponencialmente creativo y productivo porque la población de la época aprendió a apreciar lo descabellado, lo original, lo desprejuiciado, lo novedoso. La Iglesia Católica perdía control político y la Inquisición se desprestigiaba. Esta experiencia acumulada nos alerta sobre la imposibilidad de determinar una línea limítrofe exacta entre la salud mental y la psicopatología. Es por eso que preferimos  hablar de la locura como una “Zona limítrofe Amplia y Flexible”.

La corriente de la antipsiquiatría nos ayuda a comprender aún más este fenómeno. El psiquiatra Thomas Zsasz afirma que la locura no existe, pues es sólo una metáfora. Es una forma de indicar que alguien no se está conduciendo como la mayoría lo hace. Por tanto, no significa necesariamente que está enfermo. La conducta es sólo la expresión externa de lo que ocurre dentro de la psiquis, pero no la psiquis en sí, la cual es misterio inalcanzable. El Dr. Zsasz nos lleva a una reflexión mas profunda al momento de establecer qué significa estar “loco” y qué significa ser “cuerdo”. Muchas conductas condenables, consideradas desquiciadas, enfermas, se convierten en moda. Las normas morales cambian vertiginosamente, y aunque pudiera creerse que nada tienen que ver las normas impuestas con la psicología, tenemos que entender que, para el terapeuta y la opinión de los demás, el indicador de la locura es la conducta social, pero el indicador de una conducta social normal o patológica es la regla moral. Lo que no representa una amenaza a la regla moral, base, a su vez, de la convivencia social, generalmente no se considera una psicopatología. Desnudarse públicamente es inmoral en un adulto, y no en un niño de 3 años. Es inmoral hacerlo en una plaza de una ciudad de América, pero no en vacaciones de verano en un lago de Estocolmo. Al final, contravenir la regla moral o social es una protesta, por lo tanto, es un indicador de que algo radical e importante está sucediendo en la psiquis. Según Zsasz, en los albores de la psicología, los terapeutas eran los inquisidores: sus diagnósticos determinaban si alguien debía estar controlado o no, encerrado o no. Los psicólogos y psiquiatras modernos han cambiado su perspectiva. Sus pacientes ya nos son personas que les falta un tornillo o máquinas con el computador averiado, sino como personas que deambulan en la zona limítrofe buscando una solución a sus problemas existenciales o emocionales queriendo salvar su identidad. El Dr. Ronal Laing sostiene la idea de que la locura es una estrategia individual, íntima, inventada para sobrevivir en una situación emocional o existencialmente insoportable. No es pues una enfermedad. Cuando el sistema lógico, racional no nos permite manejar una situación, los mecanismos de la psiquis comienzan a buscar estrategias de protección del yo. Dichas estrategias, no pueden considerarse patológicos, pues son congénitas e instintivas. Laing considera que la vida cotidiana de hoy parecería llevarnos a la locura y la enfermedad, pero lo que sucede es que simplemente nuestra existencia es más intensa, competitiva y exigente, lo que hace que la psiquis se vea sometida a mas presiones externas. Cada época tuvo sus locos y sus curanderos. Estos pioneros de la escuela de la Antipsiquiatría fueron los fundadores de los psiquiatras sin candados, cercados, camisas de fuerza o drogas de impacto. En ellas, el paciente entra y sale por su propia voluntad. Esta idea de la antipsiquiatría me lleva a concluir que la locura, como zona amplia y flexible, es nuestro centro de auto terapia, la cual debemos manejar con gran responsabilidad, usando la ética para no hacerle daño al prójimo ni a nosotros mismos, y con estética para mantener el decoro ante los demás y preservar la autoestima. Para cuando ya no la manejemos responsablemente, vestiremos tal vez una camisa de fuerza. O quizás  veremos solamente barrotes en nuestro campo visual  o viviremos debajo de algún puente… Dios nos ayude a conducirnos decentemente en la locura del mundo.